Todos los seres humanos poseemos una mente (además del cerebro), donde viven nuestros pensamientos y además se encuentran las facultades mentales, entre ellas la inteligencia.
Cuando nacemos nuestra mente es perfecta en su potencial pero está incipiente en su desarrollo, por lo tanto es necesario que su contenido cobre volumen.
La mente de los niños es como una esponja, que absorbe todo lo que está a su alrededor, entonces a partir de los estímulos que recibe, se van formando las imágenes que el niño retiene en su mente.
Si estos estímulos son sanos, productivos, que inducen; es decir en honor al concepto “estimulan”, promueven el desarrollo de la mente; como consecuencia se traducen en cualidades internas positivas, que luego serán virtudes.
Si por el contrario los estímulos son violentos, imponen u obligan una conducta, no promueven el desarrollo; como consecuencia se traducen en cualidades internas negativas, que luego serán defectos.
¿Cuál debe ser el rol de los Padres y Cuidadores?
En el niño la facultad de la razón está en formación, no puede distinguir lo bueno de lo malo, lo verdadero de lo falso o ilusorio; entonces la mente del adulto tiene que seleccionar las imágenes que querrá que queden grabadas en la mente del niño. Significa que a mejor inteligencia del adulto debiera promover un mejor desarrollo en la mente del niño.
La mayor educación, preparación, conocimiento y DEDICACIÓN de los padres suplirá la falta de razón en el niño.
Las imágenes se van grabando en él a través de gestos, palabras, mimos, miradas, silencios… y también por las imágenes que recibe de la TV, internet, cine, etc.
¿Cuál debe ser la reflexión?
Sabemos entonces que pasa si un niño está sentado frente a la TV mirando siempre violencia. No es muy difícil adivinar que será un niño violento.
Para la medicina cuando el niño nace es un ser indefenso, para inmunizarlo contra los posibles males que puedan afectar su crecimiento y aún su vida, se le colocan vacunas (anticuerpos) en dosis y edades ya estudiadas para prevenirle enfermedades y posibilitarle un desarrollo sano.
Por analogía ocurre lo mismo en el campo psicológico de ese niño; Es decir sabemos que actitudes tenemos que tomar, en que dosis, con qué frecuencia y en que edades las debemos aplicar para generar una virtud.
Si esta virtud no aparece… por contraposición aparece un defecto.
Y cuando descubrimos el mismo… es decir, cuando el virus (mental) ya se desarrolló o se manifestó; entonces recién ahí caemos en la cuenta que tenemos un defecto.
Es decir que en el campo psicológico muy pocas veces hacemos prevención sino que trabajamos sobre hechos consumados, sobre conductas. Conductas que luego tratamos de revertir a veces por toda la vida.
Una imagen que allí se graba puede influir significativamente en el desarrollo de ese niño para toda su vida.
Cuidemos su mente de virus y bacterias psicológicas, empezando por cuidar nuestra propia mente.
De allí la importancia que asume el padre y todo adulto en la formación psicológica de los niños, modelando el alma del niño; La realidad nos indica que no basta con buenas intenciones ni con voluntad; sino que es necesario conocer nuestro mundo interno y su funcionamiento para permitirle un desarrollo sano.
Cuando nacemos nuestra mente es perfecta en su potencial pero está incipiente en su desarrollo, por lo tanto es necesario que su contenido cobre volumen.
La mente de los niños es como una esponja, que absorbe todo lo que está a su alrededor, entonces a partir de los estímulos que recibe, se van formando las imágenes que el niño retiene en su mente.
Si estos estímulos son sanos, productivos, que inducen; es decir en honor al concepto “estimulan”, promueven el desarrollo de la mente; como consecuencia se traducen en cualidades internas positivas, que luego serán virtudes.
Si por el contrario los estímulos son violentos, imponen u obligan una conducta, no promueven el desarrollo; como consecuencia se traducen en cualidades internas negativas, que luego serán defectos.
¿Cuál debe ser el rol de los Padres y Cuidadores?
En el niño la facultad de la razón está en formación, no puede distinguir lo bueno de lo malo, lo verdadero de lo falso o ilusorio; entonces la mente del adulto tiene que seleccionar las imágenes que querrá que queden grabadas en la mente del niño. Significa que a mejor inteligencia del adulto debiera promover un mejor desarrollo en la mente del niño.
La mayor educación, preparación, conocimiento y DEDICACIÓN de los padres suplirá la falta de razón en el niño.
Las imágenes se van grabando en él a través de gestos, palabras, mimos, miradas, silencios… y también por las imágenes que recibe de la TV, internet, cine, etc.
¿Cuál debe ser la reflexión?
Sabemos entonces que pasa si un niño está sentado frente a la TV mirando siempre violencia. No es muy difícil adivinar que será un niño violento.
Para la medicina cuando el niño nace es un ser indefenso, para inmunizarlo contra los posibles males que puedan afectar su crecimiento y aún su vida, se le colocan vacunas (anticuerpos) en dosis y edades ya estudiadas para prevenirle enfermedades y posibilitarle un desarrollo sano.
Por analogía ocurre lo mismo en el campo psicológico de ese niño; Es decir sabemos que actitudes tenemos que tomar, en que dosis, con qué frecuencia y en que edades las debemos aplicar para generar una virtud.
Si esta virtud no aparece… por contraposición aparece un defecto.
Y cuando descubrimos el mismo… es decir, cuando el virus (mental) ya se desarrolló o se manifestó; entonces recién ahí caemos en la cuenta que tenemos un defecto.
Es decir que en el campo psicológico muy pocas veces hacemos prevención sino que trabajamos sobre hechos consumados, sobre conductas. Conductas que luego tratamos de revertir a veces por toda la vida.
Una imagen que allí se graba puede influir significativamente en el desarrollo de ese niño para toda su vida.
Cuidemos su mente de virus y bacterias psicológicas, empezando por cuidar nuestra propia mente.
De allí la importancia que asume el padre y todo adulto en la formación psicológica de los niños, modelando el alma del niño; La realidad nos indica que no basta con buenas intenciones ni con voluntad; sino que es necesario conocer nuestro mundo interno y su funcionamiento para permitirle un desarrollo sano.
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