Los
niños aprenden mucho de los eventos dramáticos de sus vidas diarias, y de la
fantasía. Cuando tu hijo se inventa un escenario y una línea argumental y la
llena con sus personajes ("Yo soy el papá y tú eres el bebé y tú estás
enfermo"), desarrolla habilidades sociales y verbales. A través de esto
trabajará sus asuntos emocionales a medida que vuelve a recrear escenas que
implican sentirse triste, contento, asustado o seguro.
Imaginarse
a sí mismo como un superhéroe, un caballo o un mago le hace sentirse poderoso y
le enseña que es él quien está al mando: puede ser quien él quiera. Además está
practicando autodisciplina y estará creando reglas para sí mismo o para un
amigo (las intrincadas reglas que los niños crean entre ellos siempre
sorprenden a los adultos). Y también desarrollará su comprensión de la causa y
el efecto a medida que se imagina cómo una rana o un perro se comportarían en
una situación en particular.
Quizás
lo más importante de crear situaciones imaginarias y seguirlas hasta una
conclusión, es que le enseña a tu hijo a pensar de forma creativa y a resolver
problemas. En un estudio, no sólo los niños que eran imaginativos cuando eran
jóvenes tendían a conservar esta cualidad de mayores, sino que además eran
mejores para resolver problemas. Cuando se les hizo una prueba más adelante en
su vida, los "imaginadores" tempranos tenían más recursos que
utilizar cuando se trataba de manejar desafíos o situaciones difíciles, como
qué harían en caso de olvidarse de un libro que necesitaban ese día en la
escuela.
No hay comentarios:
Publicar un comentario